Bolivia atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia reciente. A la ya persistente crisis económica se suma un clima político cada vez más enrarecido, con actores que en lugar de buscar soluciones, profundizan la confrontación. El país parece caminar hacia el abismo si no se toman decisiones inmediatas y responsables desde el más alto nivel del Estado.
Todo comenzó a agravarse con la escasez de dólares. La falta de liquidez en moneda extranjera fue el primer síntoma de una economía que comenzaba a desmoronarse. Luego vino la escasez de combustibles, y ahora la escasez de productos de la canasta familiar ha puesto al borde del colapso a miles de hogares. El alza de precios es desproporcionada: un litro de aceite que costaba 10 bolivianos ahora llega hasta los 45 Bs.; el kilo de carne ha subido de 30 a más de 70 Bs.; y un quintal de arroz ha pasado de 170 a 500 Bs. Estos incrementos son insostenibles para una población cuyo salario no alcanza para cubrir lo básico.
En medio de esta tormenta económica, el país también sufre una convulsión política alimentada por ambiciones personales. Evo Morales, obsesionado con retornar al poder, moviliza a sectores del Chapare que desde hace días generan caos en la ciudad de La Paz. En lugar de contribuir con propuestas, opta por desestabilizar.
Entrevista al analista Julio César Becerra